El caso Zanfretta

El secuestro alienígena de Pier Fortunato Zanfretta

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¡Dios mío, qué feo! ¡No son hombres, no son hombres!

Estas son las palabras que algunos guardias nocturnos escucharon por radio a su compañero Pier Fortunato Zanfretta la noche del 6 de diciembre de 1978.

Este es el caso de abducción más conocido y mejor documentado de Italia. Zanfretta ahora está jubilado, pero cuando estaba en servicio vivió 11 episodios de encuentros cercanos del cuarto tipo con alienígenas reptilianos. Zanfretta afirma que estos seres, llamados Dargos y de casi 3 metros de altura, provienen de la tercera galaxia, concretamente del planeta Titania. Estarían evaluando la Tierra como planeta al que trasladarse en el futuro.

Una infancia fuera de lo común

Antes de convertirse en el protagonista de uno de los casos ufológicos más famosos de Italia, Pier Fortunato Zanfretta había vivido una vida nada ordinaria. Nacido en Nova Milanese en 1952, creció en un entorno fuera de lo común: su familia formaba parte del mundo del circo. Como cuenta en una entrevista a La Repubblica en 2023, su padre era trapecista y su tía era la reina del circo italiano, Moira Orfei.

«Crecí entre leones, tigres y serpientes», cuenta. Una infancia en contacto con animales exóticos y espectáculos itinerantes, que quizá contribuyó a formar un carácter acostumbrado a situaciones fuera de lo común. Pero la vida nómada del circo terminó cuando, aún siendo un niño, perdió a su padre y su familia se trasladó a Génova. Tras los años en el circo, Zanfretta ingresó en la Marina Militare con solo 16 años, donde desarrolló una preferencia por los turnos de noche, casi un presagio de su futuro trabajo como guardia nocturno. Fue precisamente durante su servicio como vigilante nocturno, en 1978, cuando su vida cambiaría para siempre.

Ese particular bagaje, entre las disciplinas circenses y la vida militar, lo convertía en un testigo insospechable: no era un visionario, sino un hombre acostumbrado a la concreción. Sin embargo, la noche del 6 de diciembre de 1978, se encontró gritando la famosa frase.

La noche del encuentro cercano

Era una fría noche de diciembre de 1978 cuando Pier Fortunato Zanfretta, durante su habitual ronda nocturna por las colinas de Torriglia, vio algo que cambiaría su vida para siempre.

Mientras vigilaba una villa aislada, vio una luz intensa y parpadeante entre los árboles. Pensando que se trataba de ladrones, bajó del coche para investigar. Lo que vio lo aterrorizó:

«Medían casi tres metros, tenían la piel verde y arrugada como la de un reptil. Tenían ojos amarillos en forma de triángulo y puntas en la cabeza. Hablaban, pero no movían la boca… ¡Oía sus palabras directamente en mi mente!».

Según su relato, los misteriosos seres, a los que llamó Dargos, lo capturaron y lo llevaron a bordo de una enorme nave espacial con forma de cono, tan grande como la Piazza De Ferrari de Génova. Allí fue sometido a extraños exámenes médicos, mientras los alienígenas le comunicaban telepáticamente que procedían de Titania, un planeta moribundo de la «tercera galaxia».

Cuando sus compañeros, alarmados por sus gritos por radio, lo encontraron una hora más tarde, Zanfretta se encontraba en estado de confusión, con el uniforme rasgado y el cuerpo increíblemente caliente a pesar del frío invernal. En el césped aún se veían las huellas circulares dejadas por el ovni.

Esa noche fue solo el primero de los 11 supuestos encuentros que Zanfretta tendría con los Dargos entre 1978 y 1981, convirtiendo a un simple vigilante nocturno en el protagonista de uno de los casos ovni más documentados y controvertidos de Italia.

El hecho parece increíble, sobre todo porque durante el periodo de sus encuentros se registraron otros avistamientos de ovnis en la zona. Los protagonistas de los otros avistamientos no fueron solo sus compañeros y los habitantes del lugar, sino también el brigadier Antonio Nucchi.

¿Quiénes son los Dargos?

Según el detallado relato de Zanfretta, los Dargos representan una raza extraterrestre muy avanzada, originaria de Titania, un planeta moribundo que él sitúa en lo que denomina «la tercera galaxia». Sus descripciones pintan criaturas de aspecto inquietante: seres de aproximadamente tres metros de altura con piel verdosa y escamosa, ojos amarillos de forma triangular sin pupilas, cabezas alargadas adornadas con extrañas protuberancias óseas y manos con tres largos dedos con garras.

Su tecnología parece muy avanzada, con naves espaciales capaces de teletransportarse y moverse entre diferentes dimensiones. El método de comunicación resulta particularmente interesante porque los Dargos no hablan con la boca, sino que transmiten sus pensamientos a la mente del oyente.

El propósito de su presencia en la Tierra estaría relacionado con la supervivencia de su especie. Según Zanfretta, los Dargos estarían llevando a cabo una evaluación de nuestro planeta como posible nuevo hábitat, ya que Titania se estaría volviendo progresivamente inhabitable. Esto explicaría los repetidos encuentros y los exámenes a los que Zanfretta afirma haber sido sometido.

La esfera y el tetraedro dorado

Uno de los aspectos más misteriosos de esta historia es el regalo que los seres le habrían entregado. Se trata de una esfera transparente que contiene un tetraedro dorado que flota y gira autónomamente en su interior. El hombre afirma que solo él puede acercarse a este objeto, ya que sería mortal para cualquiera que intentara acercarse. Además, afirma que se ve mentalmente obligado a acudir al lugar donde ha escondido la esfera dos veces al mes, sin comprender el motivo de esta necesidad.

Los intentos de documentar fotográficamente el objeto han resultado vanos: las imágenes tomadas solo muestran cinco puntos luminosos, sin revelar nunca la verdadera naturaleza de la esfera. Este misterioso artefacto plantea numerosas preguntas: ¿por qué se le ha confiado precisamente a Zanfretta? ¿Se trata de un dispositivo de control, un mensaje en clave o algo aún más enigmático? Y si realmente los Dargos tienen intención de trasladarse a la Tierra, ¿cuándo y cómo ocurrirá?

La investigación oficial y la hipnosis regresiva

Caso Zanfretta, impronta

Tras este primer encuentro, los carabineros de Génova iniciaron una investigación dirigida por el brigadier Antonio Nucchi, quien recopiló hasta 52 testimonios de compañeros de Zanfretta, pero también de ciudadanos. Muchos de ellos habían visto luces extrañas en el cielo la noche del presunto secuestro de Zanfretta.

Las pruebas recogidas:

  • En el prado donde Zanfretta afirmaba haber sido secuestrado, se encontraron huellas circulares de 3 metros de ancho, como si algo pesado se hubiera posado.
  • En la misma zona, esa noche, se produjo un apagón inexplicable, registrado también por los residentes.
  • La temperatura corporal de Zanfretta, cuando fue encontrado, era muy alta a pesar del frío glacial.

Sin embargo, algunas pruebas desaparecieron misteriosamente durante la investigación, incluida una muestra del terreno donde se encontraron las huellas.

Se abrió una investigación, pero fue archivada en 1980. Zanfretta se sometió a hipnosis regresiva por parte de dos conocidos psicoanalistas, Mauro Moretti y Cesare Musatti, donde contó que había sido sometido a exámenes a bordo de un ovni, describiendo detalladamente el ovni: paredes metálicas, instrumentos desconocidos y exámenes dolorosos. Los dos psicoanalistas no encontraron signos de mentira en el relato del hombre y concluyeron que Zanfretta creía realmente en lo que estaba contando.

Sin embargo, la hipnosis regresiva, hasta la fecha, no está reconocida por la ciencia.

El archivo del caso Zanfretta

A pesar de las numerosas pruebas recopiladas y las decenas de testimonios coincidentes, en enero de 1980, el Juzgado de Primera Instancia de Génova decidió archivar la investigación por «falta de indicios de delito». El brigadier Antonio Nucchi, principal investigador del caso, reveló años después que había sido presionado para cerrar rápidamente la investigación. «Me sugirieron que no insistiera», confesó durante una entrevista en Il Bivio, añadiendo que parte de la documentación, incluidos los análisis del terreno extraído del supuesto aterrizaje ovni, había desaparecido misteriosamente de los archivos.

Paralelamente, comenzaron extraños intentos de desacreditar a Zanfretta: pocos meses después del inicio de la investigación, le retiraron la licencia de armas, poniendo en peligro su puesto de trabajo. Algunos ufólogos han planteado hipótesis inquietantes para explicar este encubrimiento. Según ellos, los Dargos podrían haber sido confundidos con una amenaza militar, lo que despertó el interés de los servicios secretos.

Quedan preguntas sin respuesta: ¿por qué los superiores de Nucchi ordenaron guardar silencio a pesar de que él y otros cincuenta testigos habían visto algo anómalo? ¿Quién hizo desaparecer las pruebas físicas? Y si realmente se trataba de un engaño, ¿por qué desacreditar a Zanfretta de forma tan sistemática en lugar de ridiculizarlo públicamente?

El archivo oficial no convenció ni a los ufólogos, que hablan abiertamente de encubrimiento, ni a Zanfretta, que aún hoy afirma con amargura: «Sabían que decía la verdad, pero la verdad a veces es incómoda». Este cierre apresurado del caso representa quizás el aspecto más oscuro de toda la historia, dejando entrever posibles verdades aún más desconcertantes entre bastidores del poder.

Los once encuentros

Entre 1978 y 1981, Pier Fortunato Zanfretta vivió otros diez encuentros con los misteriosos Dargos. El segundo episodio tuvo lugar exactamente un año después del primero, en la noche del 2 al 3 de diciembre de 1979. Zanfretta desapareció durante su turno de trabajo y su coche fue encontrado abandonado en la misma zona de Torriglia. Testigos, entre ellos el teniente de los Carabinieri Cassiba, informaron de haber visto una extraña «nube» sospechosa en el cielo, en cuyo interior pulsaban luces anómalas. Cuando el militar disparó varios tiros en dirección al fenómeno, este desapareció repentinamente y, poco después, Zanfretta reapareció cerca del coche, desorientado y con el uniforme rasgado.

Los encuentros posteriores fueron aún más extraños. Durante el cuarto episodio, ocurrido en Corso Europa, en Génova, los residentes de la zona informaron de un apagón inexplicable justo a la hora en que Zanfretta afirmaba haber sido secuestrado de nuevo. En otra ocasión, el vigilante nocturno contó que lo llevaron a una especie de «base subterránea» donde vio a decenas de seres similares a los Dargos, dedicados a actividades misteriosas.

El undécimo y último encuentro, en 1981, fue especialmente significativo: según Zanfretta, los Dargos le entregaron oficialmente la esfera que contenía el tetraedro dorado, explicándole (siempre de forma telepática) que se trataba de un «regalo para la humanidad», pero también de un objeto extremadamente peligroso en las manos equivocadas. A partir de ese momento, los encuentros físicos cesaron, pero Zanfretta afirmó que seguía recibiendo «mensajes mentales» a intervalos regulares y que se sentía obligado a visitar el escondite de la esfera dos veces al mes, como si estuviera bajo control remoto.

El tetraedro dorado

La notoriedad que le dieron los encuentros con los Dargos resultó ser un arma de doble filo para Zanfretta. Mientras que los ufólogos y los investigadores de lo paranormal lo consideraban un testigo clave, el gran público y los medios de comunicación a menudo se burlaban de él. Sus apariciones en televisión, en lugar de aclarar el asunto, contribuyeron a enterrarlo bajo capas de ironía y escepticismo.

El primer programa al que fue invitado fue Portobello, de Enzo Tortora, en 1981. Años más tarde, declararía que se sintió ridiculizado por el presentador. Le siguieron el Maurizio Costanzo Show en 2002 y Il bivio en 2007. El periodista Rino Di Stefano publicó en 1984 un libro, traducido al inglés en 2014, del que la Rai extrajo una serie documental de dos episodios: «¿OVNI en Génova? Los encuentros cercanos de Piero Zanfretta». En 2004, la película «InvaXön – Alieni in Liguria» de Massimo Morini llevó la historia a la gran pantalla en clave de ciencia ficción, con el propio Zanfretta en el papel de sí mismo.

Pero el precio personal fue muy alto. Zanfretta contó que durante años recibió llamadas nocturnas de desconocidos que se burlaban de él, mientras que en el trabajo sufría continuas humillaciones. En 1993 perdió su trabajo por una acusación de robo que nunca se aclaró, un episodio que él atribuyó al persistente estigma relacionado con su historia. Pero él, dice, solo dijo la verdad.

Hoy, mientras trabaja como vigilante nocturno en Don Orione, en Génova, Zanfretta es una figura única. Al mismo tiempo, víctima de un sistema que no supo gestionar su historia y protagonista inconsciente de un mito contemporáneo.

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