El manuscrito Voynich es un libro ilustrado que data del siglo XV, escrito en un idioma y con una escritura desconocidos.
En la tranquilidad de la Biblioteca Beinecke de Libros Raros y Manuscritos de la Universidad de Yale descansa uno de los mayores enigmas de la historia de la humanidad: el manuscrito Voynich. Este códice medieval, que data del siglo XV, lleva más de seis siglos desafiando a las mentes más brillantes de lingüistas, criptógrafos e historiadores. Escrito en un idioma y con una escritura desconocidos, sus 240 páginas de pergamino están repletas de caracteres incomprensibles, dispuestos con una regularidad que sugiere un lenguaje estructurado, pero que nadie ha logrado descifrar.
Aumentan el misterio las extrañas ilustraciones que acompañan al texto: plantas desconocidas para la botánica moderna, diagramas celestes de constelaciones imposibles, figuras femeninas desnudas sumergidas en extraños artilugios hidráulicos. Un bestiario de imágenes que parecen sacadas de un sueño, o tal vez de un saber antiguo y perdido.
Desde su hallazgo en 1912 por el librero Wilfrid Voynich, este manuscrito ha generado teorías que van desde la alquimia renacentista hasta la lingüística esotérica, pasando por la medicina medieval y la posibilidad de que se trate de un elaborado falso histórico. Cada año, nuevos estudiosos se aventuran a descifrarlo, armados con las tecnologías más avanzadas, pero el Voynich sigue guardando su secreto, desafiando vuestra comprensión y alimentando infinitas especulaciones.
La historia del manuscrito
Se han planteado muchas hipótesis sobre este misterioso manuscrito, pero partamos de los datos ciertos.
Este libro fue adquirido por un comerciante de libros de origen polaco, Wilfrid Voynich, en un colegio jesuita de Villa Mondragone en 1912. Y es precisamente a Wilfrid a quien el manuscrito debe su nombre.
En el interior del libro se encontró una carta escrita por Johannes Marcus Marci, rector de la Universidad de Praga y médico real de Rodolfo II de Bohemia. La fecha era 1665 y de la carta se desprendía que Johannes enviaba el libro a Roma a un amigo para que lo descifrara.
Tras el hallazgo, Voynich dedicó años a intentar descifrar el manuscrito, con la ayuda de estudiosos y criptógrafos, pero sin éxito. En 1930, a su muerte, el volumen pasó a manos de su esposa Ethel Voynich, autora de la famosa novela La hija del cardenal, quien a su vez lo legó a su amiga Anne Nill. En 1961, el manuscrito fue vendido al anticuario Hans P. Kraus, quien, al no encontrar un comprador dispuesto a pagar el precio solicitado, lo donó finalmente a la Beinecke Rare Book & Manuscript Library de la Universidad de Yale en 1969, donde se conserva aún hoy con la signatura MS 408. Inicialmente se pensó que el libro era del siglo XVI, pero en 2011, gracias a la datación por carbono 14, se descubrió que había sido escrito entre 1404 y 1438.
Muchos han intentado (y siguen intentándolo) descifrarlo, pero nadie lo ha conseguido todavía. Se han barajado muchas hipótesis:
- que fuera una falsificación.
- que fuera latín camuflado.
- que hubiera sido escrito con tablas especiales para cifrar documentos, ya conocidas en el pasado.
Veámoslas en detalle
Las teorías
Entre las teorías más acreditadas se encuentra la de que se trata de un herbario medieval, tal vez un compendio de conocimientos botánicos y farmacológicos cifrados para proteger secretos profesionales. Las intrincadas ilustraciones de plantas desconocidas, algunas de las cuales parecen combinar características de diferentes especies, podrían representar un intento de catalogar remedios medicinales que en aquel entonces solo conocían unos pocos iniciados.
Otros estudiosos han propuesto que el texto está escrito en una lengua artificial, tal vez creada con fines esotéricos o filosóficos. En el Renacimiento estaban en boga los sistemas de escritura secretos y las lenguas construidas, como demuestran los estudios de figuras como John Dee y Athanasius Kircher. Hay quienes especulan que el manuscrito es un producto de esta tradición, tal vez un tratado de alquimia o un texto cifrado que contiene conocimientos prohibidos.
No faltan las teorías más audaces. Algunos investigadores han sugerido que el Voynich es obra de un falsificador renacentista, tal vez creado para estafar a un rico coleccionista como Rodolfo II de Habsburgo, conocido por su pasión por lo oculto.
Otros han propuesto explicaciones mucho más fantasiosas: hay quienes ven en el manuscrito un mensaje extraterrestre, quienes lo consideran un texto en una lengua asiática desconocida transcrita en caracteres occidentales, e incluso quienes lo consideran el fruto de un viajero en el tiempo.
Entre las hipótesis más recientes, algunos análisis lingüísticos han sugerido que el texto podría ser una forma arcaica de una lengua románica o semítica, mientras que estudios estadísticos han detectado patrones que recuerdan a los de las lenguas naturales, aunque ninguna desciframiento ha sido aceptado de forma unánime. El investigador Stephen Bax ha intentado identificar términos concretos comparando las ilustraciones con plantas reales, obteniendo resultados parciales pero no concluyentes.
También se han aplicado modernas técnicas de descifrado, utilizadas durante y después de la Segunda Guerra Mundial por la Marina de los Estados Unidos, pero el manuscrito ha sido el único texto que no ha dado ningún resultado.
La estructura lingüística del manuscrito Voynich
Entre los investigadores que han demostrado que el manuscrito Voynich esconde una estructura lingüística coherente, destacan los trabajos del físico brasileño Diego Raphael Amancio (Universidad de São Paulo) y del equipo dirigido por Marcelo Montemurro (Universidad de Manchester). En 2013, ambos grupos publicaron estudios revolucionarios en PLOS ONE que, aplicando métodos cuantitativos y modelos estadísticos avanzados, proporcionaron pruebas decisivas contra la hipótesis de que el texto fuera un simple conjunto de símbolos aleatorios.
Amancio y su equipo compararon el Voynich con más de 200 obras en diferentes idiomas (desde el latín al árabe, pasando por el chino y el esperanto), descubriendo que mostraba patrones de correlación entre palabras idénticos a los de los idiomas reales, con una probabilidad inferior al 10 % de que se tratara de «puro sinsentido». Utilizando algoritmos de aprendizaje automático, también identificaron una jerarquía semántica: las palabras se agrupaban temáticamente en torno a las ilustraciones (botánicas, astronómicas, etc.), como ocurre en los textos científicos medievales.
Paralelamente, Montemurro aplicó modelos tomados de la física teórica, revelando que el Voynich obedece a leyes estadísticas precisas, entre ellas la distribución de Zipf (típica de los idiomas naturales) y una estructura jerárquica que distingue las palabras «de contenido» de las «estructurales». Su estudio también puso de relieve patrones semánticos imposibles de replicar artificialmente, como la correlación entre términos específicos y secciones temáticas.
Aunque estas investigaciones han enterrado la idea de un falso sin significado, siguen abiertas las preguntas fundamentales: ¿es el texto una lengua natural olvidada, un código cifrado o un lenguaje construido? Como señalan los propios investigadores, sin una «estela de Rosetta» que relacione el Voynich con una lengua conocida, la desciframiento completo sigue siendo esquivo.
El manuscrito Voynich: posible solución
En 2014, Stephen Bax, profesor de lingüística en la Universidad de Bedfordshire, propuso la codificación provisional de algunas palabras pertenecientes a algunas plantas y a la constelación de Tauro, así como la traducción de 14 de los signos del misterioso alfabeto. Bax partió de imágenes de sujetos conocidos para obtener algunos nombres seguros y, tras sus investigaciones, planteó la hipótesis de que no se trata ni de un falso ni de un alfabeto cifrado, sino simplemente de una lengua o dialecto ya extinto. Según el profesor, habría sido escrito en la zona del Cáucaso.
Técnicas modernas en busca de una solución
En los últimos años, la llegada de la inteligencia artificial ha abierto nuevos frentes en la batalla por descifrar el manuscrito Voynich. Mientras que durante siglos lingüistas y criptógrafos se han enfrentado al enigma con métodos tradicionales, hoy en día potentes algoritmos de aprendizaje automático examinan el texto en busca de patrones que han escapado al ojo humano. En 2018, un equipo de la Universidad de Alberta dirigido por el profesor Reg Kondrak aplicó técnicas de lingüística computacional, sugiriendo que el texto podría ser hebreo codificado, con palabras sin vocales y reorganizadas alfabéticamente. Sin embargo, los expertos en manuscritos medievales que han estudiado los resultados se muestran escépticos.
En 2019, investigadores de la Universidad de Bristol confirmaron que presenta características típicas de los lenguajes naturales más que de un texto aleatorio. El biólogo Gerard Cheshire afirmó haber descifrado el manuscrito en solo dos semanas y publicó su traducción en 2023. Sin embargo, la bibliógrafa y paleógrafa Lisa Fagin Davis declaró que no se trata de la solución. Posteriormente, la Universidad de Bristol retiró la traducción de Cheshire de su sitio web, dejando claro que se trata de un trabajo que no tiene nada que ver con la universidad.
Los algoritmos han identificado patrones recurrentes en la distribución de las «palabras» que se asemejan mucho a los de las lenguas románicas medievales, aunque del análisis no se ha extraído ningún vocabulario coherente. Es especialmente prometedor el enfoque de los sistemas de redes neuronales que, imitando el funcionamiento del cerebro humano, pueden reconocer patrones complejos en la disposición de los caracteres. Algunos de estos patrones incluso han intentado «escribir» nuevo texto en voynichés, produciendo secuencias que a primera vista parecen auténticas, pero que, al igual que el original, carecen de significado reconocible.
A pesar de las herramientas cada vez más sofisticadas, el manuscrito resiste. Las nuevas tecnologías y la IA pueden identificar estructuras y probabilidades, pero sin una «estela de Rosetta», un texto paralelo en un idioma conocido, incluso los algoritmos más avanzados se mueven a ciegas. Quizás la solución requiera una combinación de inteligencia artificial e intuición humana, un matrimonio entre la tecnología moderna y la erudición antigua que finalmente pueda desatar un nudo que ha resistido durante seis siglos.
Un rompecabezas aún incompleto
Tras siglos de estudios, el Manuscrito Voynich sigue siendo uno de los retos intelectuales más resistentes de la historia de la humanidad. Cada generación de investigadores se ha topado con el mismo muro de incomprensión que detuvo a los primeros estudiosos del siglo XVII. Quizás sea precisamente esta dificultad lo que hace que el manuscrito sea tan fascinante.
En una época en la que la ciencia parece poder explicarlo casi todo, el Voynich nos recuerda que aún existen enigmas capaces de resistir el avance del conocimiento.
¿Quieres intentar descifrar el manuscrito? Puedes consultarlo en línea aquí.