El Lunes de Pentecostés de 1828, en Núremberg, apareció un joven de unos 16 años caminando con dificultad, visiblemente desorientado. Su nombre era Kaspar Hauser, y se convertiría en uno de los mayores misterios del siglo XIX.
¿Quien era Kaspar Hauser?
El joven Kaspar Hauser apareció en Núremberg el 26 de mayo de 1828, vestido con ropas gastadas: una redingote sin faldones (un sobretodo usado en el siglo XIX como abrigo de paseo), una bufanda roja y botas altas. Estaba confundido, caminaba con torpeza y repetía pocas palabras en dialecto bávaro, entre ellas una frase que se volvería célebre:
«Quiero ser un caballero, como lo fue mi padre».
Llevaba consigo dos cartas, aparentemente escritas por remitentes distintos, pero en realidad redactadas con la misma caligrafía. La primera, supuestamente escrita por su madre, decía que el joven se llamaba Kaspar, había nacido el 30 de abril de 1812 y que su padre, un oficial del sexto regimiento de caballería, había fallecido. La segunda carta, dirigida al capitán del regimiento de Núremberg, afirmaba que su autor había mantenido al muchacho prisionero desde su nacimiento, sin permitirle salir nunca de una celda. Incluía también una frase inquietante:
«Llevadlo con vosotros o ahorcadlo».
El remitente anónimo también afirmaba haberle enseñado a escribir. Llevado a la comisaría, Kaspar demostró que sabía escribir su nombre, pero no podía responder a preguntas complejas. Algunos relatos posteriores, tal vez novelados, describían al niño como aterrorizado por los ruidos, incapaz de mentir e incluso de distinguir una ventana de un cuadro. Sin embargo, los documentos oficiales de la época indican que tenía un «aspecto saludable» y que subió sin dificultad los 90 escalones que conducían a su habitación, a pesar de las anomalías en la pelvis y las piernas, formadas por haber pasado muchos años sentado. En el brazo también tenía una marca de la vacuna contra la viruela, que en aquella época estaba reservada a los niños nobles o de clases adineradas.
Inicialmente considerado un vagabundo con discapacidad mental, fue encerrado en el castillo de Núremberg, pero en pocos meses su lenguaje mejoró rápidamente, lo que te permitió contar tu historia.
El relato de Kaspar
Dijo que había estado encerrado durante años en una celda oscura de 2 metros de largo, 1 de ancho y 1,5 de alto, con solo un jergón y algunos juguetes de madera (dos caballos y un perro). Todos los días te daban pan y agua, pero a veces la bebida tenía un sabor amargo que te hacía dormir profundamente. Al despertar, descubrías que te habían cortado el pelo y cambiado la cama.
Poco antes de su liberación, un hombre con el rostro cubierto le enseñó a caminar y a escribir su nombre, y luego lo llevó a Núremberg. Una historia que, según el psiquiatra Karl Leonhard, habría sido imposible de sobrevivir sin daños cerebrales permanentes. Sin embargo, Kaspar se convirtió en una celebridad internacional, alimentando desde el principio teorías sobre un posible origen noble.
Los años en Núremberg
Tras su llegada, Kaspar Hauser fue confiado al cuidado de la ciudad de Núremberg, que lo mantuvo económicamente gracias a donaciones privadas. Fue puesto bajo la tutela de Georg Friedrich Daumer, un profesor y filósofo interesado en su caso. Daumer observó en él una marcada habilidad para el dibujo y una rápida capacidad de aprendizaje, pero también una tendencia a la mentira y a comportamientos manipuladores.
El primer misterioso atentado (17 de octubre de 1829)
Mientras se encontraba en casa de Daumer, Hauser no se presentó a la hora de la comida. Fue encontrado en el sótano con una herida sangrante en la frente. Contó que había sido atacado por un hombre enmascarado, que lo había amenazado: «Morirás si alguna vez sales de Núremberg», reconociendo en él la voz de su presunto carcelero. Sin embargo, los rastros de sangre sugerían un comportamiento ilógico: después de ser golpeado mientras estaba en el baño, Hauser fue primero a su habitación y luego al sótano, sin pedir ayuda.
Algunos sospecharon que se había autolesionado con una navaja (encontrada escondida en su habitación) para llamar la atención, sobre todo después de una discusión con Daumer. A pesar de las dudas, las autoridades lo trasladaron bajo la protección de Johann Biberbach, un magistrado local, y le asignaron una escolta.
El segundo incidente (3 de abril de 1830)
Pocos meses después, la escolta oyó un disparo procedente de la habitación de Hauser y lo encontró desmayado con una herida superficial en la cabeza. Él justificó lo sucedido diciendo que había golpeado accidentalmente una pistola decorativa mientras cogía unos libros. Sin embargo, la señora Biberbach lo calificó de «horrible mentiroso», y el caso se archivó como otro intento de llamar la atención. Kaspar fue trasladado de nuevo, esta vez al barón von Tucher, quien también comenzó a quejarse de las mentiras de Kaspar.
La llegada de Lord Stanhope (1831)
En 1831, el noble inglés Philip Henry Stanhope se interesó por Hauser y gastó grandes sumas de dinero para investigar sus orígenes. Lo llevó con él a Hungría, donde Kaspar afirmó recordar palabras húngaras e incluso reconocer a la condesa Majthényi como su madre. Sin embargo, durante el viaje, no mostró ningún reconocimiento de lugares o personas.
Decepcionado, Stanhope comenzó a creer que había sido engañado y en 1831 confió a Hauser a Johann Georg Meyer, un severo profesor de Ansbach, prometiéndole (sin cumplirlo nunca) que luego lo llevaría a Inglaterra. La convivencia con Meyer fue difícil: Hauser, ya adulto, trabajaba como copista en un bufete de abogados, pero seguía mintiendo y buscando formas de recuperar la atención perdida.
Esta etapa de su vida concluyó con el episodio más dramático: su muerte a puñaladas en 1833, que alimentó aún más el misterio.
La misteriosa muerte
El 14 de diciembre de 1833, Kaspar Hauser regresó a casa con una profunda herida en el pecho, alegando que había sido apuñalado por un desconocido en un jardín público de Ansbach. Contó que el hombre le había entregado una bolsa antes de apuñalarlo, dejándole también una nota cifrada, escrita a lápiz en escritura especular (de derecha a izquierda). El mensaje decía:
Hauser podrá decirte exactamente de dónde vengo y qué aspecto tengo. Para evitarle molestias, yo mismo te diré de dónde vengo. Vengo de la frontera de Baviera. Del río… Incluso te diré mi nombre: M. L. Ö.
La herida resultó mortal y Hauser falleció tres días después, el 17 de diciembre. En su lecho de muerte, murmuró frases inconexas sobre «escribir con lápiz», sin preguntar nunca por el contenido de la bolsa encontrada en el parque. La investigación reveló incoherencias:
- La nota contenía errores gramaticales típicos de Hauser.
- El pliegue triangular de la hoja era idéntico al que él utilizaba en sus cartas.
- La herida, aunque grave, podía ser autoinfligida: el cuchillo había entrado en diagonal, como si hubiera sido guiado por la propia víctima.
El tribunal concluyó que se trataba de un suicidio disfrazado de agresión, tal vez un intento desesperado por recuperar la atención después de que lord Stanhope lo abandonara. Sin embargo, los partidarios de la conspiración vieron en su muerte la prueba definitiva del complot dinástico.
Hipótesis: ¿príncipe o impostor?
La teoría del príncipe de Baden
La tesis más famosa sostiene que Hauser era el legítimo heredero del gran duque Carlos II de Baden. Tras la muerte de Carlos II, su hijo, nacido en 1812, debería haberle sucedido en el trono, pero murió a los 18 días. Así, el trono habría pasado a manos del hermanastro de Carlos II, Leopoldo, que en un principio carecía de derechos dinásticos. Según esta teoría, fue la madre de Leopoldo, la condesa de Hochberg, quien sustituyó al hijo de Carlos II por el recién nacido muerto de una criada, dejándolo así sin herederos y permitiendo que su propio hijo subiera al trono.
Esta tesis se hizo famosa gracias a la novela de Jakob Wassermann «Caspar Hauser o la indolencia del corazón», de 1908.
Problemas de la teoría:
- Los documentos oficiales de 1812 certifican el bautismo, la autopsia y el entierro del recién nacido, con testigos entre los que se encontraban médicos y familiares.
- En 1951, cartas de la abuela paterna describieron con detalle la enfermedad y la muerte del pequeño príncipe.
Los análisis de ADN
En 1996, un análisis de sangre extraída de la ropa de Hauser no encontró coincidencias con los descendientes de Stéphanie de Beauharnais (supuesta madre noble). En 2002, un análisis de cabello pareció acercarlo a la familia, pero con un alto margen de error. Finalmente, en 2024, un nuevo estudio descartó definitivamente el parentesco, confirmando que Hauser no estaba emparentado con la casa de Baden.
Otras hipótesis
- Enfermedad tirolesa: algunos estudiosos especulan que Hauser era un niño tirolés afectado por una enfermedad endémica que explicaría sus trastornos físicos y cognitivos.
- Impostor: su tendencia a mentir, los supuestos atentados contra sí mismo y la ausencia de pruebas concretas sobre su cautiverio lo pintan como un hábil mitómano.
Kaspar Hauser inspiró las películas «El enigma de Kaspar Hauser» (1974), de Werner Herzog, y «Kaspar Hauser» (1993), de Peter Sehr, así como la novela «Ciudad de cristal», de Paul Auster, que cita su historia como metáfora del aislamiento. También se le menciona en obras de teatro y en una canción de Suzanne Vega.
En Ansbach, una lápida conmemorativa reza:
«Hic occultus occulto occisus est» («Aquí un hombre misterioso fue asesinado de forma misteriosa»).
Mientras que en su tumba se lee:
«Ignota nativitas, occulta mors» («Desconocido su nacimiento, misteriosa su muerte»).
¿Quién era realmente Kaspar Hauser?